Aprendíamos "lo necesario" para vivir con nuestra familia y en la sociedad que nos tocó.
Educaron nuestros sentidos (unos más que otros) y nuestro lenguaje verbal y corporal.
La rebeldía formaba parte de este crecimiento y los valores tomaban distinto peso en función de...
bueno, de tantas cosas...
Todo parecía que duraba mucho y que la vida no tenía finales.
En las familias hay veces que los hermanos nos parecemos.
Unas veces en lo físico y otras en el comportamiento.
Algunas en la forma de pensar y otras en las de divertirnos.
Muchas en los recuerdos.
Lo que es lo normal porque viajamos durante muchos años en el mismo vuelo.
Luego las circunstancias y los sueños nos hacen recorrer caminos distintos.
A las familias,
y a los compañeros de viaje.
Bajarnos en diferentes aeropuertos. Sacar billetes individuales.
Y eso es quizá lo más bonito.
Esa diversificación ampliando los horizontes que antes sólo marcaba el final del largo pasillo.
( el pasillo de nuestra casa no era cualquier cosa eh ¿?
...podía ser un circuito de monopatín, una diana de flechas,
un angosto camino que guardaba-más o menos -tras sus puertas nuestra independencia
o un terrible recorrido nocturno que crujía nuestros horarios prohibidos)
La vida comienza sin preguntas pero acaba igualmente sin respuestas.
Nos contestamos a nosotros mismos para decidir sufrir o decidir ser felices.
Es como el interruptor de la luz que se daba en aquél pasillo.
Y, como todos nos equivocamos y aprendemos, al final decidimos ( sólo nosotros)
con cuál de las 2 respuestas ( opciones) quedarnos.
Cuando te paras a pensar ahora, hay muuuuucho detrás.
Y eso hace que lo que vemos delante se acorte.
Pero tenemos que saber que es uno de los primeros errores que se pegan a nuestras suelas:
pensar que podemos elegir cuánto tiempo y cuantos km hay ante nuestros ojos.
perder EL PRESENTE
EL AHORA es la única certeza:
Es EL TIEMPO que hay.
El verdadero.
El precioso.
El precioso.
Y es verdad que los billetes de avión
nos colocan encima de las nubes.
Nos separan del suelo y nos trasladan a otras realidades.
A mí me encantan los aviones.
Pero nuestro pensamiento, nuestra libertad y nuestros sueños nos llevan mucho más allá...
a lugares donde los euros no deciden la distancia,
donde el lenguaje lo elegimos nosotros,
y donde cuando quieres te apeas.
Sin reclamaciones por los retrasos.
Muy bien...pues un año más decido subir a todos los aviones que las circunstancias me preparen